La sustancia fundamental de la que está compuesto todo nuestro cuerpo ha sido parte del universo por miles de millones de años y aún después de nuestra muerte seguirá siéndolo, tal vez, por toda la eternidad.
Una de las primeras cosas que tenemos que tener en cuenta para conectar con esa capacidad creativa que todos los seres humanos tenemos, es ser conscientes de que somos energía. Porque al ser conscientes de eso, nos conectamos con el verdadero flujo vital, con esa vitalidad que trasciende el límite corporal, emocional y racional. Esa vitalidad que surge de la energía de nuestros átomos que están conectados con la energía del universo. Tal como dice el biólogo celular Bruce Lipton en su libro “Efecto Luna de Miel”: “Los átomos están compuestos por vértices de energía. Eso significa que las moléculas, que están compuestas por átomos, son también vértices de energía; y por último, los seres humanos, todos compuestos por billones de células, son… vértices de energía
Sabiendo esto, entendemos que el verdadero acto de crear proviene de la conexión directa entre nuestra energía individual y esa energía universal que nos conecta con el todo. Cuando creamos desde ese lugar, creamos desde la creación universal en un acto creativo individual que aporta a la evolución humana y cósmica porque estamos sintonizados con el todo. Así, nos convertimos en un puente que conecta la energía de la Tierra con la del universo.
Esa energía universal que nos permite conectar con lo esencial está permanentemente presente en nuestro contacto con la naturaleza. Los bosques, la montaña, el mar, los valles, el desierto y cada paisaje natural es un portal de conexión con esa energía de naturaleza individual y universal de la creación. La naturaleza es la reina creativa de la Tierra. Gracias a ella y sus procesos podemos conectar con nuestra propia creatividad para entender e integrar el verdadero flujo de la vida cósmica, natural y humana.
Dicho todo esto, si somos creación, energía y naturaleza podríamos definirnos como seres de naturaleza y energía creativa. Esto significa que en esencia y desde nuestra propia naturaleza y energía es desde donde podemos realmente conectar con la creatividad que proviene del verdadero flujo vital. Para esto, es importante tomar consciencia. Tomar consciencia de cosas simples, como que somos igual a un liquen de 2000 años que vive en un bosque prístino. También de cosas profundas, como que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana y que nuestros actos creativos influyen en la energía universal que nos envuelve a todos, porque estamos interconectados por una gran red de conexión viva.
Ser conscientes de que los átomos de nuestro cuerpo alguna vez fueron parte de una estrella inevitablemente nos hace reformular nuestro lugar en el universo y lo extraordinario de la naturaleza humana: no solo existimos en este universo, el universo también existe en nosotros.
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