El 13 de noviembre de cada año se conmemora como el Día Mundial de la Bondad. Este día tiene como objetivo reafirmar las buenas acciones en las personas y en las comunidades del mundo, siendo la bondad un elemento esencial de la condición humana que crea puentes de unión entre las diferentes comunidades.
La bondad es definida como una inclinación o tendencia natural del ser humano a hacer el bien, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesita de una forma amable y generosa. Dicho con sencillez, la bondad es la cualidad que demuestra la persona buena, que no es mala ni corrupta y que es moralmente íntegra. La persona que manifiesta bondad siempre busca formas de ayudar a los demás y de hacer cosas por ellos. La bondad como valor forma parte de la mayoría de las culturas, siendo esencial e indispensable ayudar al prójimo de manera desinteresada.
Antes de salir al encuentro de los demás y para poder ayudarlos de forma eficaz es necesaria la empatía, ponernos en los zapatos de la persona a la que vamos a auxiliar, pero sobre todo escucharla con amabilidad para fomentar el dialogo, la comunicación con aquel que más nos necesita.
La amabilidad es un factor importante de la cultura del diálogo y el diálogo es indispensable si queremos vivir en paz, como hermanos, que no siempre se llevan bien, es normal, pero que, sin embargo, hablan entre sí, se escuchan e intentan comprenderse y encontrarse. Basta pensar: ¿Qué sería del mundo sin el diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y comunidades? El diálogo persistente y valiente no aparece en los titulares como los enfrentamientos y los conflictos, sin embargo, ayuda discretamente al mundo a vivir mejor. La amabilidad forma parte del diálogo. No es solo una cuestión de “etiqueta”, de formas galantes… No, no es esto a lo que nos referimos al hablar de cortesía. Por el contrario, es una virtud que hay que recuperar y ejercitar cada día, para ir contracorriente y humanizar nuestras sociedades.
La bondad es un antídoto contra algunas patologías de nuestra sociedad; contra la crueldad, que desgraciadamente puede introducirse como un veneno en el corazón e intoxicar las relaciones; contra la ansiedad distraída y el frenesí que nos hacen centrarnos en nosotros mismos y cerrarnos a los demás.
Estas enfermedades de nuestra vida cotidiana nos vuelven agresivos e incapaces de pedir permiso o perdón, o simplemente decir gracias. Y así, cuando en la calle o en una tienda, o en una oficina nos encontramos con una persona amable, nos asombramos, nos parece un pequeño milagro, porque desgraciadamente la amabilidad ya no es muy común. Pero, gracias a Dios, todavía hay personas amables que saben dejar de lado sus propias preocupaciones para prestar atención a los demás, regalar una sonrisa, una palabra de ánimo, escuchar a alguien que necesita confiar, desahogarse.
Que en ese día y en todos, como Comunidad Universitaria, recuperemos la bondad como virtud personal y cívica que pueda ayudar en no poca medida a mejorar la vida, nuestras familias, comunidades y sociedades. La experiencia nos enseña que si se convierte en un modo de vida puede crear una convivencia sana, puede humanizar las relaciones sociales disolviendo la agresividad y la indiferencia.
“El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo. El amor nunca pasará.”
(1 Corintios 13, 4- 8)
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